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Lo escribí un catorce...

El árbol baobab

El ángel David escribe de cómo se enamoró un catorce... (Inspirado en la película 'Wings of Desire' del maestro Wim Wenders).

Lo escribí un catorce, justo después de haber leído algunas palabras que penetraron en ese oscuro y a la vez luminoso lugar al que los hombres llaman corazón. Levanto la vista y al momento en el que las palabras vienen a la mente, siento cómo el mismo misterioso lugar se mueve al ritmo de los tambores, al ritmo de mi corazón los momentos van y vienen… Volteo y me acuerdo del cielo, de sus estrellas y de la luna llena. Ahora heme aquí, con las palabras ‘te quiero’ rodando fuera de mi lengua y las emociones mostrándome el camino de lo que seguro ya es mi hogar; sí, allá dónde el océano y el cielo se encuentran para fundirse, allá donde por siglos he navegado…


Lo escribí un catorce, cuando después de haber estado a su lado experimenté aquello a lo que lo hombres llaman paz. Muevo mis brazos con vigorosa fuerza y de pronto mis alas me elevan. Heme aquí, con la cara al cielo y la luz del imponente sol dándome a la cara; heme aquí, quizá en el último aliento de mi vida celestial para fundirme con ella en ese lugar del que he caído enamorado, de ese lugar al que hombres y mujeres llaman casa. Las voces arriba de mí han dejado de cesar para darme por vez primera en muchos siglos algo de razón; entendiendo que ellos no conocerán quizá nunca ese sentimiento, si es que así puedo describirlo, ante el que la gente en la tierra cae derrotada. No quisiera errar en ninguna apreciación, pues con certeza me es imposible describir lo que en mí sucede…

Las alas caen y con ellas mi vida de antaño; mi inmortalidad se vuelve mortalidad; mi frialdad celestial se vuelve amor terrenal. Extrañas las palabras que aparecen ante mí, de pronto colores y sensaciones, cosas que sabía existían pero ignoraba cómo eran. El golpe fue duro, pero la caída lejos de ser eso se volvió en un hermoso ascenso a lo que tanto añoraba. Corro ya sin alas en la espalda, corro sintiendo por vez primera mi frente sangrar y juntarse con mi sudor. Emocionado sigo sin parar, pues a pesar de siglos de estar entre ellos, nada más verdadero que mi ignorancia sobre aquello que ellos experimentaban. Y ahora heme aquí, justo un día catorce cuando lo escribí…

Ángel fui, y hombre soy; inmortal fui, y mortal soy; ángel fui, vigilante también; hombre soy, vigilado ahora… Llego ante ella y sin poder dar crédito me observa dudosa, intentando dar razón a la cabeza para decirse a sí misma que no era más que un sueño y un susurro; que no era más que su ángel de la guarda... Pero entonces me acerco y sin poder detenerme sentía el calor en mi novedoso cuerpo e intentando entender lo que sucedía sólo me dejé llevar y tomándole de la cara sentí su suavidad. Cerré los ojos y entonces sin pensar ambos nos besamos y fundimos en una hermosa muestra de aquello a lo que los hombres llamaron amor hace ya muchos siglos. Ángel fui, hombre soy; infeliz no, pues desconocía su significado, pero ahora feliz, pues gracias a ella sólo felicidad conocí… Amor era su nombre y el mío Ángel; y esta nuestra historia, la que escribí un día catorce…

Por
Enrique Figueroa Anaya
Kiosko

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