El árbol baobab
Con motivo de la marcha histórica contra la inseguridad realizada el 27 de junio de 2004...
PARTE 1
Estaba ahí David, caminando custodiado por aquellos enormes edificios de la ciudad, en medio de un día donde la luz del sol caía con benevolencia, pasando silencioso entre las pocas personas que comenzaban su camino diario. Pero éste era un día domingo, un 27 de junio de aquel 2004 si no mal recuerdo, un domingo que muchos ciudadanos habían anotado como importante, un domingo que con el pasar de las horas se volvería histórico. Niños, albañiles, secretarias, reporteros, empresarios y demás salían a las calles con playeras, camisas o blusas blancas. Era inevitable darse cuenta que aquello no había sido obra de la casualidad, sino que detrás de aquello existía un motivo del que David, recién llegado, era totalmente ajeno. Pasaban los minutos y en su camino por Chapultepec pudo atestiguar de forma asombrosa la rápida multiplicación de éstos blancos hombres y mujeres, fue entonces que lograría ver las primeras pancartas, algunos carteles pero siempre la misma actitud: El silencio.
-No te preocupes, el color negro también marcha con nosotros...- interrumpía un hombre maduro en la meditación de David -me llamo Carlos, me da gusto ver tanta gente apenas al comienzo. ¿A ti no?-
Tomado por sorpresa, el ángel quedó un poco pasmado hasta que logró dar un sí que animó al que se volvería, las siguientes cuatro horas, en su acompañante. Antonio Carlos Martínez, hombre de 50 años, había decidido apenas la noche pasada que tomaría parte de este movimiento. Para entonces el grupo de hombres y mujeres de blanco enfilaba hacia el ángel de la independencia con el majestuoso castillo de Chapultepec a sus espaldas. Platicaba animado con David, que llegó a los 10 años a la Ciudad de México de la mano de su padre, puesto que su madre se les había adelantado al haber conseguido trabajo. Era el mes de abril, el año era el ya lejano 1964 y de pronto éste pequeño oriundo de Tepic, Nayarit, llegaba a la urbe más poblada del país, una de las más grandes del globo y la tan famosa capital azteca. Ilusionado, el pequeño Antonio Carlos veía entusiasmado como en su recorrido por autobús daba aunque sea un corto recorrido visual de lo que le esperaba en la llamada ciudad de los palacios.
-Dime David- que para entonces ya había simpatizado con aquel hombre -¿acaso no es maravilloso caminar por estas calles y salir a pensar?-
El ángel sonreía, pues era aquello lo que disfrutaba de la vida en la tierra, y sin dudarlo movió la cabeza afirmando totalmente aquello que le preguntaban.
-Ahora ya no puedo salir, temo por mi vida y cada que siento temor me encomiendo al Señor. ¡Esto no es vivir David!-
CONTINUARÁ...
Por
Enrique Figueroa Anaya
Productor Kiosko
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