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Programa 9 - Las nuevas 7 maravillas del mundo

Fecha: Programa realizado el 4 de octubre de 2006, en punto de las 11:00 hrs.
PodKiosko: N/A
Canciones del programa:
New York avec toi – Telephone – 2’22’’
Steh auf wenn du am boden bist – Die toten Hosen – 3'52’’
Io – Gianna Nannini – 4’32’’
Chove – Capital inicial – 4'15''
Locutores: Enrique Figueroa Anaya, Atenas López Domínguez y Fernanda Morales
Producción: Enrique Figueroa Anaya y William Turner
Operación: Miguel Ángel Santa Olalla

Editorial

Hacía ya mucho tiempo en una fecha de la que no me acuerdo, y el joven Herodoto seguía sorprendido de su inmensidad. Por más que intentaba entender la manera en la que una edificación de semejantes dimensiones podía mantenerse en pie, podía decirse que prácticamente ya lo había visto todo. Desde su natal Olimpia dio comienzo a un viaje donde se reencontró con ese sentido del descubrimiento, que no experimentaba como tal, desde que era tan sólo un pequeño. Sus padres lo motivaron a que se detuviera en su ambicioso viaje, le decían por ejemplo, que nada le iba a traer el viajar por el mundo sin propósito alguno. Lo que entonces no comprendían los padres de Herodoto, era que él buscaba algo más, algo que quizá ellos no comprenderían.

Fue así que se adentró en el misterioso Mediterráneo, soportando en barco un viaje al que poco o nada estaba acostumbrado. Todos aquellos que le acompañaron escuchaban interesados su relato sobre la inmensa figura del Padre de todos los Dioses en Grecia, del mismísimo Zeus. Sí, allá en su natal Olimpia. Y entonces cuando llegaron a Rhodas, el silencio se apoderó de los presentes.

-¿Es aquél el Dios Zeús?- preguntaba incrédulo uno de ellos.

Y sonriendo el joven Herodoto contestaba diciéndole que no, que aquél era el Dios Sol de los griegos, que él era Helios, el Coloso de Rhodas.

El viaje continuó hacia el norte, donde todos se dirigieron a Halicarnaso, al sureste de lo que hoy conocemos como Turquía. El silencio volvía a apoderarse de todos, pues como comentaba uno de los cargadores, “tal parece que viviéramos en un mundo de gigantes, y nosotros fuéramos los enanos”. Después del Mausoleo de Halicarnaso, siguió el Templo de Artemio en Efeso. Y tras ese ya ni mejor les cuento como les fue en el viaje a Babilonia, donde invitados por el rey Hamurabbi, cenaron en los Jardines Colgantes. El ambiente era inmejorable y todos tras darse un buen banquete, gritaron de felicidad por pasearse entre obras humanas dignas de los Dioses.

Ya después en barco, y tras haber cruzado el difícil terreno de Siria y tras llegar a Tierra Santa, la inmensidad del Faro de Alejandría los volvió a dejar mudos.

Sí, es entonces que llegamos al inicio de este relato, donde el joven Herodoto visualizaba una de las más grandes obras del hombre. La pirámide de Giza.

El aire, la arena y el sol, le daban al joven griego en la cara, que volteando a ver a uno de sus compañeros decía…

-Dime mi amigo, ¿a dónde va uno después de haber visto 7 maravillas del mundo?-

Y el guía sorprendido, sólo calló…

Atte.
Enrique Figueroa Anaya
Productor Kiosko

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